Ante el descenso de las temperaturas, las familias de los pacientes del pabellón de contingencia del Ineram pasaron por una helada noche.
«Pasamos fatal la noche, con el viento y con la lluvia. Por suerte, la señora me dio un sitio más en su carpa», dijo una mujer que trajo a su madre para ser atendida desde Caacupé.
Debido a los constantes llamados desde la bocina donde solicitan la presencia de los familiares, es que no pueden abandonar sus puestos, y algunas personas «solo tienen techo por lo que sufren debido a los frescos vientos».
Las carpas de donación están habilitadas para que las personas puedan acercarse a dejar mantas, abrigos o alimentos imperecederos, en vista de que varias personas llegan desde otras ciudades lejanas para cuidar a sus familiares.