Las propuestas de matrimonio, por lo general, son el momento en que se da vía libre a la imaginación y a la creatividad. Es lo que entendió Enrique Paniagua, oriundo del barrio San Pedro de Encarnación, cuando decidió utilizar la icónica playa de la Costanera para pedirle matrimonio a su novia teniendo como testigo nada menos que al río Paraná.
Con la complicidad de los familiares, trajeron a la novia, Rossana Mabel Sosa, con vendajes en los ojos y la promesa de una gran sorpresa.
¿Qué pensaba Rossana en ese momento? Pues no se puede saber concretamente, pero la emoción la invadió por completo cuando descubrieron sus ojos y vio a su amado de rodillas y con un anillo de compromiso.
La respuesta fue el sí que el ansioso Enrique estaba esperando y ambos celebraron el compromiso con besos y abrazos bajo los cálidos aplausos de los familiares y personas que estaban en el lugar, sin dejar de mencionar al impasible testigo de lujo: el río Paraná.
