En su detallado primer informe de gestión, el presidente Peña delineó una imagen crítica del estado actual de Paraguay, marcada por lo que describió como una vuelta a la improvisación y al espectro de la corrupción en los nombramientos de cargos estratégicos. Desde su asunción, Peña afirmó haber encontrado instituciones públicas abandonadas y operando descoordinadamente, con funciones duplicadas que resultan en un desperdicio de recursos financiados por los contribuyentes.
Lamentó la pérdida de avances previos, citando específicamente el caso de Petropar, “que dejó USD 200 millones en caja y combustibles y combustibles baratos para la ciudadanía”. “Pasamos a aguas tónicas de oro y una Petropar para los amigos”, criticó.
El presidente también abordó los desafíos económicos heredados, incluyendo un crecimiento anémico del PIB y una deuda significativa en sectores críticos como la salud y obras públicas, no reflejadas en el déficit fiscal oficial. Criticó el manejo de fondos durante la pandemia, señalando que gran parte del gasto no cumplió su propósito de llegar a quienes más lo necesitaban. Además, Peña reveló preocupación por lo que llamó la «República de Tacumbú», una metáfora para describir el caos en el sistema penitenciario, permeado por la criminalidad y dejado de lado por las autoridades anteriores.
En el ámbito de seguridad y defensa, el presidente destacó operativos significativos contra el crimen organizado, resaltando nombres como Ignis, Dakovo y Nueva Alianza. Subrayó el fortalecimiento del Grupo Lince y la presencia militar en varias regiones del país para combatir el tráfico de drogas y mejorar la seguridad ciudadana. Sin embargo, criticó la falta de control en los puertos y mencionó la incautación de una gran cantidad de cocaína que pudo ingresar al país sin ser detectada por las autoridades paraguayas.